viernes, 23 de enero de 2009

Historias desde la biblioteca (I)

(... o de cómo la biblioteca a veces no es tan sólo un lugar de estudio...)




Repasando las múltiples anécdotas que pasan durante los días de encierro bibliotecario, creo que debo destacar una en concreto y compartirla con el resto del mundo ya que, en mi opinión, lo que ocurrió ese caluroso día de Septiembre es difícilmente superable por nadie, en cualquier momento o lugar de la pasada y futura historia del estudio.

Todo comenzó en una de las bibliotecas más concurridas de Santiago de Compostela en plenos exámenes de Septiembre. Todos sabemos cómo es Septiembre y más en una biblioteca, la gente se agolpa para encontrar sitio y una vez dentro el ambiente se llena de tensión debida al estrés que produce saber que es tu última oportunidad para sacarte esa asignatura ese año, los estudiantes intentan concentrarse a pesar del calor y del hacinamiento e intentan dar lo mejor de sí mismos con eses temas que se les resisten.

Y así estábamos nosotros, un grupo de estudio que había conseguido casi por milagro una mesa casi en exclusiva para ellos, con la única excepción de una chica. Cada uno de ellos estaba concentrado en su propia materia a estudiar, al menos eso parecía.

Uno de nuestros amigos se levantó, pues no le apetecía demasiado estudiar y decidió ir a comprar algunas cosas para comer y beber.

Al regresar, sacó de la bolsa una botella de cocacola de litro y unos paquetes de mentos de colores que le había pedido la novia.

Sé que llegados a este punto, la mayoría ya sabreis de qué va esta historia y estareis pensando para vuestros adentros... "no, no puede ser... no lo pudo hacer..." Pues si queridos amantes de las reacciones químicas, eso hizo.

Fue demasiado tarde cuando el resto nos dimos cuenta de sus intenciones. Pues todo pasó en segundos, en los segundos más largos que he vivido hasta el momento. De repente mientras que con una mano sujetaba el tapón de la botella, con la otra introducía el mentos y antes de que pudiese tapar la botella el líquido marrón salió disparado en una cascada ingrávida de burbujas y espuma. El chico intentó tapar la botella para parar aquella lluvia pegajosa, pero fue incapaz ya que el líquido no dejaba de brotar, así que trasladó la botella hacia la parte baja de la mesa, con lo cual poco a poco se fue formando un pequeño lago a los pies de su silla.

Cuando terminó el espectáculo, obviamente a nosotros nos entró la risa. Así que comenzamos a reirnos ahogadamente. Su novia, que en aquellos momentos se encontraba estudiando a su lado comenzó a reirse en voz baja apenas audible y además para ahogar el sonido enterró su cabeza entre los brazos, fue entonces cuando él (y para mí esta es la mejor parte) le dijo:

- ¡Alba! ¡Calla! ¡No montes un espectáculo!

Ahí, hombre, ¡con un par! xDDDDDD

Al final conste que todo tenía una explicación lógica, bueno, bien pensado, sería mejor decir que al final nos dio una explicación. Os la transmito para saber si a vosotros también os parece una excusa, quiero decir explicación, un pelín pillada por los pelos.

"Yo es que vi en un documental que los mentos de colores no reaccionaban..."

En fin, os animo a contar vuestras historias de biblioteca, aprovechad, esta es la época ;)

Moraleja: Recordad niños, no todo lo que dicen en los documentales es cierto.

1 comentario:

Nullien dijo...

Grande, grande, grandísimo, enorme!!! XDDDDDDDDDDDDDDDDD